La organización conocida por sus denuncias a importantes marcas lucha contra la trata de personas, el trabajo forzoso y el trabajo esclavo
Por Manuel Tejo
Gustavo llega en su motocicleta destartalada con la cara colorada de frío. Afuera a penas llueve, en “La Alameda” un joven lee y otras cuatro personas charlan. Todos ellos posiblemente se hubieran mojado a principios de 2002 cuando se empezaron a juntar al frente, abajo del ombú, para realizar una olla popular y darle pelea a la crisis. “Obviamente no era una asamblea de ahorristas porque acá nadie tenía un mango, el problema tenía que ver con el hambre, con la desocupación y con la imposibilidad de poder pagar los servicios” recordará Vera en unos minutos, cuando se siente en el borde de la ventana.
La Fundación “La Alameda”, que nació como una asamblea popular durante el 19 y 20 de diciembre de 2001, está ubicada en el barrio Parque Avellaneda, en la esquina de Lacarra y Av. Directorio. En ese lugar, en el que hasta 1998 hubo un bar/café, funciona hoy un comedor para 120 personas, una cooperativa textil, un espacio de asesoramiento jurídico laboral para los trabajadores y cursos de todo tipo, entre ellos apoyo escolar para chicos. Gustavo Vera, docente de la Escuela número 10 de Villa Lugano y militante gremialista, es el presidente del Consejo de la asamblea al que describe como “cartón pintado” aclarando que las decisiones se toman de manera colectiva
Mediáticamente, “La Alameda” y Vera, dieron su salto a la popularidad por la constante denuncia contra marcas de ropa por el uso de talleres de empleo esclavo para enriquecerse. En su página web (http://laalameda.wordpress.com/) señalan como autoras de este delito a 85 marcas entre las que se encuentran Kosiuko, Montagne, Mimo, Adidas, Puma, Topper, entre las más conocidas. Sin embargo, a pesar de que ellos venían marcándolo tiempo antes, el tema tomó verdadera repercusión luego del 30 de marzo de 2006 cuando, tras el incendio de un taller textil de Caballito, murieron seis personas de nacionalidad Boliviana (5 de ellos menores).
“Muchos de los medios tenían pautas publicitarias de las marcas que después fueron denunciadas en Juzgados Federales. Se trataba de imponer la idea, desde las empresas de comunicación, que los talleres clandestinos eran un fenómeno marginal, episódico, que ocurría al margen del sistema de producción textil y que estaba exclusivamente destinado a la Salada o a la fabricación de ropa trucha” - explica Vera y luego con orgullo aclara- “Nosotros a lo largo de los años logramos demostrar que no, que en realidad había un sistema neo-esclavista del que los principales beneficiarios eran las marcas y que, fenómenos como la Salada o la falsificación, jugaban un rol de segundo violín dentro de esta orquesta sistémica de neo-esclavitud”.
¿Cómo se desarrollan los procesos penales que iniciaron contra las marcas?
“Los procesos legales van muy lentos por dos motivos. Primero porque la Cámara Federal ordenó que todo lo que tenía que ver con talleres esclavos se concentrara en un solo juzgado, para lo cual no hay suficiente personal que pueda trabajar seriamente sobre esta cantidad de causas. En segundo lugar, el juez que estaba a cargo de la mega causa era Oyarbide, que el año 1997 y 1998 había estado acusado de connivencia con el tráfico mujeres dominicanas que habían sido traídas para la explotación sexual. El resultado: están procesados y a juicio oral los dueños de los talleres pero no las marcas que se beneficiaban económicamente de esto. Generalmente quienes figuran como dueños son testaferros de las marcas”
¿Por qué se da esta situación de esclavitud en el país?
“Es un fenómeno que se está dando a escala mundial. Tiene que ver con la tendencia a la globalización. Cuando cae la Unión Soviética y se rompe el antiguo equilibrio de fuerzas, el capitalismo logra extenderse rápidamente a todo el globo, logra imponer una política neoliberalista a fondo que achica los estados, sus controles, flexibiliza las fronteras y permite que los grandes capitalistas utilicen poblaciones vulnerables para maximizar ganancias y tener que evitar sancionar más leyes de flexibilización laboral. O sea aplican una flexibilización laboral de facto haciendo retornar a poblaciones enteras a situaciones de esclavitud”.
Al antiguo bar entran personas con acento norteño, mujeres y hombres trabajadores textiles. Sentado aún sobre el borde de la ventana Vera continúa con el chaleco campera que trajo puesto de la calle, a pesar de que adentro el clima es cálido. En esas mismas mesas, en el ámbito del comedor, trabajadores bolivianos se animaron a romper el silencio y contar el padecimiento de la trata, el tráfico y la explotación. A partir de ese momento La Alameda comenzó a recorrer un camino que la llevarían como organización, no solo a salir del ámbito barrial, sino también a involucrarse en otras ramas.
“Si vos empezás a averiguar el circuito de la trata y el tráfico, y empezás a investigar la frontera (Villazón, Yacuiba y la Triple Frontera) inevitablemente te topás con todo tipo de delitos que ocurren simultáneamente. Por los mismos pasillos pasan los costureros, los que van a trabajar a la construcción, pasan las chicas engañadas para la prostitución, pasan las mulas que llevan falopa, pasan todos.”
¿Cuál es el origen de las víctimas?
“La población es la misma que está en lugares fuertemente vulnerables, de pobreza estructural extrema, de desocupación en términos absolutos, de falta de servicios básicos, que puede caer fácilmente como presa de cualquier promesa engañosa de buen pasar. En general, básicamente lo que tiene que ver con la trata con fin de explotación laboral, vienen de Bolivia, de Paraguay, del norte del país y en menor medida de Perú. La trata con fin de explotación sexual fundamentalmente de Paraguay y de zonas del norte del país. En estos casos la captación no solo se da mediante engaño, sino también por la modalidad del secuestro”.
Vera dice que “La Alameda” es poder popular. Opina que en algunos casos en particular la gente siente que “el Estado no hace un carajo” (SIC) y la organización sí. Cree que por eso que mucha personas se dirigen a ellos para hacer denuncias. En este punto compara a La Fundación con la Unión de Trabajadores Desocupados de General Mosconi. “Obviamente, salvando las proporciones y teniendo en cuenta de que estábamos en territorio urbano” aclara el docente que cree en la experiencia salteña es un ejemplo a seguir.
Pero a pesar de estar en la metrópoli, rodeada de cemento y sin más verde que el del mismo Parque Avellaneda, “La Alameda” toma como problema propio el trabajo forzoso y esclavo en granjas. A principios de este año, luego de ser avisados por ajeros, realizaron una investigación con cámaras ocultas que terminó en una denuncia ante el Ministerio de Trabajo de la Nación con implacables pruebas de trabajo infantil en un establecimiento de la provincia de Mendoza.
“Para el ajo y la cebolla todavía no encontraron tecnología adecuada para poder sacarla de la tierra sin marcarla. Eso perjudica la exportación, porque si vos la tenés mucho tiempo asentada y está marcada, cuando la vas a exportar está en mal estado. Entonces necesitan una recolección que sea con un instrumento pequeño y delicado. No tuvieron mejor idea que usar pibitos de 4, 8 ó 10 años para esto. Lo mismo con la recolección de huevos. Una mano delicada no te rompe huevos, lo hace con cuidado”
¿En qué punto coincide el trabajo en granjas con el conflicto textil y la explotación sexual?
“En que la forma de captación es la misma: a gente vulnerable mediante engaño. Mucha de esas personas se las recluta en plazas o en las esquinas para llevarlas a trabajar a la vid, a la cebolla, al ajo o al zapallo, por ejemplo. Hay un pago por productividad que se le da al grupo familiar, o sea tal familia tiene que sacar tanta cantidad de cebolla o de ajo. El tope de productividad al que deben llegar exige que tenga que estar toda la familia involucrada trabajando. Finalmente cobran una miseria”.
¿Qué responsabilidad tiene el estado?
“Está profundamente involucrado en situaciones de cohecho, tanto donde reclutan a las víctimas como donde las traen y las explotan, a través de las faltas de controles, a través de los cohechos en las comisarías, de las gendarmerías en las fronteras, a través de los cuerpos inspectivos del estado, a través de diversas maneras. Entre los prostíbulos y la policía hay una ligazón estrecha. Hay comisarios dueños de prostíbulos, esto es lo que hace que sea tan dificultoso el rescate de las víctimas de la trata con fines de explotación sexual”.
La lucha es desigual. Tanto Vera como los demás de “La Alameda” saben que son un pequeño organismo contra un gran aparato. En el camino han sufrido ya 15 atentados y ofrecimientos de partidos políticos para cooptarlos. “Nosotros empezamos planteando que se vayan todos. Que se vayan todos para nosotros no era un cambio de figuritas, era un cambio de sistema que terminara con esta explotación, con esta corrupción, con esta sociedad de esclavos y excluídos” explica Vera en tono de discurso político y sentencia, al recordar los tiempos de inicio, de manera muy seria: “para mi el 2001 fue algo espectacular porque fue la posibilidad de poder militar a la vuelta de casa”.
Afuera ya oscureció y todavía llueve, adentro se reunieron unas cuantas personas. Gustavo se para del borde de la ventana pero no se saca el chaleco. En un rato comenzará la asamblea del día.
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